[Entrada original publicada el 02 de Junio de 2016 en elyogurlado.es]
Como ya expliqué en el post de bienvenida, dos meses después de cerrar la tienda y casi sin buscarlo (Nerea acababa de nacer y la labor de padre me tenía un tanto ocupado) me surgió trabajar en Opel. Un trabajo en empresa temporal en una subcontrata y con unos métodos un tanto peculiares. Era lo que había y mientras surgía otra cosa pues allí que me fui. Pese a todo tuve suerte y al mes y pico de estar en la empresa (y algún día contaré la historia de mi primer día, para olvidar) pillé uno de los puestos que más se buscaban entre los operarios: salir de la nave de la empresa para ir a la propia línea de Opel. Un puesto cómodo (dentro de el estrés de una cadena de montaje) en el que estuve hasta el buen día en el que me llamaron de mi actual trabajo.
Fue en ese puesto donde el destino me reencontró con un antiguo cliente de la tienda. De él recordaba que era uno de los de la cofradía del puño prieto. Mucha pregunta, mucho presupuesto, mucho «sólo una duda» pero poco dejarse algo en la caja registradora. Lo recordaba especialmente porque había sido uno de esos (y eran más de los que parece) que tenían la cara de consultarte una futura compra, adquirir el producto por otra vía y luego pretender que fueras su manual de instrucciones y FAQ viviente pero siempre con los euros en el bolsillo no fuese que se escapasen.
Lo había visto días antes rondando por la cadena pero no negaré que lo evité, pues no me apetecía decirle nada. Hasta que un día me lo encontré de morros de camino a una de las pausas. Su cara fue de asombro. Y asombrado estaba ya que me asaltó con un «¡Coño! ¿Tú no eras el de la tienda de informática de mi barrio? ¿Pero cómo has acabado aquí, muchacho? ¡Sí que está jodida la informática!»
El «aquí» denotó una mezcla de sorpresa y compasión al verme con el chaleco de seguridad de la empresa donde trabaja, cuya fama en la propia Opel no era precisamente de las mejores.
Mis ganas de conversación eran escasas y más con media barra de pan con chorizo y queso esperándome. Así que sin apartar la vista de la ardua tarea de liberar mi almuerzo del envoltorio de papel de aluminio que lo recubría, le hice una mueca de afirmación con la cabeza . «La informática está en su mejor momento, lo que está jodido es el comercio. Pero vamos al menos aquí vengo, hago mis horas y me voy. Algo he ganado» contesté mientras dejaba clara mi intención con el cuerpo de seguir mi camino sin desperdiciar ni un segundo del descanso.
«Pues es una pena», dijo a modo de despedida, «Me veníais muy bien».
Lo sé amigo, lo sé. A ti y a otros tantos de los que tampoco vimos un duro.
Intentad no romper muchas cosas 😉